El Banco Mundial define la desigualdad como el estado en el cual existe una “dispersión de una distribución en el ingreso, consumo, o en algún otro indicador relacionado con el bienestar”.
Con base en esta definición podemos dar cuenta de que la desigualdad es aún uno de los principales retos en los países de América. El debate sobre sus raíces y consecuencias ha tenido impacto en todos los ámbitos de la política pública. Para este objetivo se tratará la inclusión económica mediante el trabajo digno como parte de los medios para conseguir la reducción de la desigualdad. Con ello, todas las personas, familias y comunidades podrían participar en la producción de la riqueza y así mejorar sus ingresos y calidad de vida.
Es así que se recomienda la aplicación de políticas universales que presten especial atención a las necesidades de los grupos en situación de vulnerabilidad y marginación. Son indispensables los procesos de inclusión, entendidos como procesos mediante los cuales el sistema se adapta a las necesidades de la ciudadanía, pero también de inserción, en el cual se incorpora a una persona en un grupo del cual había sido excluido. Es decir, se necesita trabajar por insertar a toda la población en los procesos económicos, educativos y laborales y fomentar su permanencia para su desarrollo personal.
Eliminar las barreras que atentan contra el acceso equitativo a las oportunidades para el desarrollo de las personas es la tarea primordial en este objetivo.